Ruzanna Hakobyan – El cerebro en Duelo y Melancolía

El Departamento de Neurociencias de la Universidad McGill, mundialmente conocido por su investigación vanguardista, ofrece en su página web una serie de cursos en línea llamados: Understanding the Brain.
Uno de esos cursos está dedicado a la depresión. Es una presentación detallada de lo que sucede en el cerebro a nivel molecular durante la depresión.
El curso no está exento de sorpresas.
Cuando escuchamos la definición de la depresión reactiva, descubrimos con asombro que es la definición dada por Freud para describir el duelo, palabra por palabra, en su texto de 1917, Duelo y Melancolía. Sin embargo, se le añade una palabra: cerebro, que cambia completamente su significado y su alcance. “El duelo [La depresión reactiva] es, por regla general, la reacción [del cerebro] frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.»
Para la llamada depresión unipolar, encontramos de nuevo las palabras de Freud, así como el agregado de la palabra cerebro que modifica completamente el paradigma, esta vez para la melancolía. Insiste en que, aunque la depresión reactiva se parece a la depresión unipolar, no se trata simplemente de una tristeza frente a la pérdida de una persona amada, sino de una reacción anormal del cerebro, caracterizada por un sentimiento de “self-loathing” (auto desprecio). Freud nos recuerda en efecto que “El melancólico muestra algo, por añadidura, que falta en el duelo: una extraordinaria rebaja en su sentimiento yoico, un enorme empobrecimiento del yo».
Después de insistir en la diferencia radical entre estos dos tipos de depresión, precisando que las manifestaciones sintomáticas similares pueden inducir a confusiones, la ponente sin embargo da una única causalidad psíquica de la depresión. En ambos casos, la depresión sería el resultado de la deficiencia funcional de las monoaminas en el sistema límbico. La conclusión terapéutica es que al facilitar, mediante fármacos, el suministro de ciertas moléculas al cerebro, se puede “antidépresser” a la persona.
Al final de la presentación, en los últimos diez segundos, la ponente habla sobre el suicidio, para reconocer que, a pesar de los múltiples estudios sobre el cerebro, las neurociencias aún no han encontrado una respuesta al fenómeno. Ella confiesa que las neurociencias no tienen respuesta a la pregunta de por qué algunas personas eligen el suicidio, a pesar de los antidepresivos. La esperanza es que las nuevas tecnologías permitan examinar el cerebro aún más de cerca para encontrar la respuesta.
Esta forma deshonesta de utilizar los escritos de Freud, reduciéndolos a una causalidad mecánica unívoca, no deja de tener consecuencias. Ella hace desaparecer al sujeto, su experiencia y la dialéctica en la clínica, dejando el tema del suicidio sin tratar.
En Canadá, donde el discurso social está marcado por el goce del “derecho a mirar », a través de cámaras de videovigilancia, estadísticas e inspecciones infinitas, las neurociencias entran en el juego para estudiar con lupa cada movimiento de cada molécula. Lo que se escapa es lo que no se puede ver desde ningún microscopio: la dimensión del sujeto del inconsciente.
¿Es una coincidencia, que lo que no puede verse con un microscopio, es lo que hace síntoma? Canadá y especialmente Quebec, sigue siendo un lugar donde la tasa de suicidios es una de las más altas del mundo.
Traducción: Norma Lafuente
Revisión: Marta Maside