Emilia Cece – O el cerebro o la pulsión
El trabajo más fértil del Profesor Freud es, sin duda, Zur Auffasung der Aphasien (1891). Este interés lo encontramos precisamente en su primera tentativa por superar, a través de la observación clínica de las afasias y de las anomalías del lenguaje, el concepto de área cerebral y poner las bases para una nueva abstracción lógica que le permitirá de ahí en adelante despegarse del sistema “central cortico cerebral” y de la teoría de la localización de la neuropsiquiatría alemana.
El método, basado en una precisa observación clínica, inaugura el ir más allá de los límites corporales y será el fundamento de una nueva epistemología en torno al concepto de pulsión.
Este pasaje en la teoría freudiana no se realizó sin consecuencias, más bien, una vez fracasada la teoría de la localización focal cerebral, nada fue como antes. Cada vez más la mente, el cerebro, la misma neurona y las vías asociativas, mostraron ser conceptos obsoletos aún sin haber pasado a las teorías de la comunicación y del lenguaje, aunque desde allí les sería abierto el camino.
La clínica de la histeria, en tanto, había alterado el concepto de anatomía hasta permitirle afirmar: “la histeria en sus parálisis y en otras manifestaciones se comporta como si la anatomía no existiese o como si no hubiera ninguna conciencia de ella” (Freud 1893).
La investigación freudiana siguió con este hiato, atravesando lo insondable de una falta de correspondencia entre el cuerpo y el ser, cuyo misterio la psicología experimental nunca hubiera podido dar forma porque nada de lo conocido y consciente hubiera permitido el acceso a ello, como tampoco las luces del evolucionismo.
El concepto de pulsión freudiano marca con precisión un límite entre lo psíquico (escenario fantasmático) y lo somático (el estado somático) contaminando el campo de la acción humana que queda condicionado y parasitado por el empuje de la pulsión sin que ni el sujeto ni el cerebro estén implicados conscientemente.
La acción del modelo del arco reflejo, parasitada por la pulsión, se repite por el condicionamiento de ésta, mostrando fundamentalmente una realidad interior inconsciente a la cual la pantalla del fantasma le otorga una forma.
Se funda sobre este concepto básico la realidad a-dimensional del inconsciente que se configura como un lugar sin otra representación que la del fantasma, mentiroso traductor que permuta los estímulos provenientes del mundo interior en estímulos provenientes del exterior.
Estas dos distintas realidades (interna y externa) son articuladas de un modo dialéctico únicamente por el objeto del deseo, imposible de satisfacer e inexistente. Por eso cuando llega el concepto de corte elaborado por J. Lacan, como revisión del problema del lenguaje y del orden simbólico permite realizar nuevas maniobras abriendo una nueva concepción topológica que considera una continuidad de superficie entre lo interno y lo externo.
Cuando en El Seminario X Lacan precisa que el objeto del deseo tiene una naturaleza doble, de causa y de mira, da cuenta de un concepto freudiano fundamental: la necesidad de descargar el estímulo pulsional de cualquier modo para alcanzar la satisfacción implica que el estímulo es vivido como externo, aunque provenga del interior.
Si la pulsión apunta a una repetición acéfala y más bien estúpida que activa el escenario fantasmático para hacer pasar como aceptable las acciones renunciables y rechazables por el sujeto mismo, el deseo, más afín, puesto que vehiculado del orden simbólico, permite un movimiento del interno al externo.
El objetivo de un análisis es buscar a través de un trabajo de atravesamiento del fantasma una nueva conexión con el estado somático y las propias acciones para balancear el propio modo de vérselas con la realidad.
Por lo tanto, no se trata de circunscribir localizaciones cerebrales sino de encontrar el punto preciso del corte quirúrgico que pueda consentir el atravesamiento del fantasma, de encontrar en éste un detalle, una falla que permita orientarse hacia su inversión.
La interpretación opera este corte, y ni en el cerebro ni la mente es necesario que se formen una razón de dicho corte, será más bien el Sujeto quien dirá algo de su irracionalidad.
Traducción : Jorge Faraoni